jueves, 12 de febrero de 2009

PARA TU REGRESO MIREYA PEREZ VARGAS

Escribe: W. Luis Ulloa Vargas
De mi libro “Memorial Rojo y Negro”.

Todos los gritos del mundo,
Todos los golpes del mundo,
Grimaldi la noche triste, la noche negra,
Todos los gritos de una noche de cuchillos
Estrangulan las palabras y sus voces de cavernas
La radio de voz amiga es enemiga,
Grita con gritos de aves sin alas y sin fuerzas
Quiere ahogar la palabra gutural, el gemido y los gestos
Logra su crimen de melodía con colmillos
Pero la boca muda y los ojos secos no olvidan
Paredes que recogen auroras de dolor,
No paran de gritar como noche de lluvia triste.
La vida transita por el peligro y el peligro se lleva la vida,
La vida que respira agitada entre alambres y esténtores
Preguntas mudas y palabras ensordecedoras de sangre,
Como estampas de hueso con dolor vivo,
Con sangre cubierta de carne adolorida y desgarrada,
Todo es igual, solo gritos y gritos, horas y horas.
Pasan y no pasan, transcurren atadas a la muerte.
El verdugo acucioso, trasnochado y demente,
Con su patria de mentiras a cuestas, con su guerra,
Con sus prisioneros de luz en descarnado cielo
No duermen, ni comen, solo odian,
Corriente hambrienta de gusanos de alambres.
Que deshumanizada deshumanización de la vida
Que importa es la patria que llama, por ella mata,
Torturador a sueldo, sirviente de dioses de horror y hambre.
Crucifixión sin cruz, sacrificio de semillas en Grimaldi,
Villa de las miserias de la conciencia y del alma.
Pero los muertos que murieron no han muerto,
Viven eternamente con los gritos sin rostro,
Para estar presentes el día del juicio inicial,
Cuando las rosas y claveles abran sus pétalos de luz azul,
Un canto de luna llena y un abanico de olores milenarios,
Nadie quedará mudo y sin rostro, viviremos,
Marcaremos sicario tu alma con el castigo que nunca será el que mereces
Quemaremos tu alma de infierno eterno y no verás ninguna luz.
Los gritos de la noche y de los días ensordecedores
Atraviesan paredes y manos como vientos huracanados de dolor,
Para honrar la lucha de los justos, de los desamparados, de los santos,
Amparados en sus días de soles y horizontes rojos
Con razones colectivas de lo eterno y lo sagrado.
Ninguna muerte cavernaria hiere corazones de cristal
Estrellas y tinajas de colores crepitan por la vida
Gritando uno a uno aquellos nombres que la sangre nos devuelve
En lágrimas de sol y lluvia de cerezas rojas,
Horcajadas en la luz galopante de un cíclope de mil ojos
Y con olor a marcha de huesos en busca de su carne.
En ésta orilla azul Mireya esperaremos tus manos
Llenas de todos los que allí nacieron a la muerte grande
Y viven con luces de luciérnagas en las venas rojas y negras.

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