Por: Monica Diaz Montoya
Les comparto esta historia con su reflexión extraida del libro "LA INTELIGENCIA SOCIAL" de Daniel Goleman.
HISTORIA
Un buen día, después de la jornada laboral, me metí en una boca del metro de Times Square de la ciudad de New York, sumido en un torrente de seres humanos que , como siempre a esas horas, bajaban apresuradamente las escaleras de cemento dispuestos a tomar el próximo tren.
Entonces vi una imagen inquietante ya que, en mitad de la escalera, yacía, inmóvil y con los ojos cerrados, un hombre desaliñado y sin camisa.
Nadie parecía advertir su precensia y todo el mundo, ansioso por regresar a casa, le sorteaba saltando literalmente por encima de su cuerpo.
Horrorizado, me detuve para ver lo que ocurría y , en ese mismo instante, sucedió algo muy curioso ya que, de manera casi instantánea, un pequeño círculo de interesados se congregó a su alrededor entonces se desplegaron espontáneamente los emisarios de la misericordia, uno en dirección a un quiosco de perritos calientes para conseguir un poco de comida, otro en busca de una botella de agua, y un tercero para llamar a un policia que , a su vez solicitó por radio asistencia sanitaria.
A los pocos minutos el hombre se había reanimado y aguardaba la llegada de una ambulancia comiendo felizmente.
Entonces nos enteramos de que sólo hablaba español, no tenía dinero, y había estado deambulando hambriento por las calles de Manhatan hasta acabar desmayándose en las escaleras del metro.
¿Que fue lo que marcó la diferencia?
Obviamente, el simple hecho de detenerme y prestar atención, lo que pareció despertar a los transeuntes de su trance, captar su atención y movilizarlos a la acción.
Qué duda cabe de que , en nuestro camino de regreso a casa, todos nos hallábamos, de un modo u otro, sometidos a los estereotipos silenciosos derivados de los centenares de vagabundos que , lamentablemente, viven en las calles de Nueva York y de tantos otros centros urbanos modernos.
Y es que los urbanistas nos enfrentamos a la ansiedad que genera ver a alguien en una situación tan terrible desarrollando el reflejo de desviar nuestra atención hacia otra parte.
Creo que , en este sentido, mi propio reflejo se había visto afectado por un artículo que acababa de escribir para el New Yor Times sobre el efecto que el cierre de los hospitales psiquiátricos había provocado convirtiendo a las calles de la ciudad en una extensión del pabellón psiquiátrico.
Para informarme del tema había pasado varios días en una furgoneta con trabajadores sociales que se ocupaban de los vagabundos, llevándoles comida, ofreciéndoles refugio y persuadiendo a los muchos enfermos mentales que hay entre ellos una proporción sorprendentemente elevada de la necesidad de acudir a la clínica en busca de medicación.
Esa fue una experiencia que me permitió, durante unos días contemplar a los vagabundos con ojos nuevos.
Otros estudios que han empleado la situación del buen samaritano han puesto de relieve que las personas que se detienen a ayudar suelen hacerlo motivados por el malestar que esa situación les provoca y por una sensación empática de ternura.
Y es que parece que la probabilidad de prestar ayuda aumenta cuando prestamos la tención suficiente como para sentir empatía.
El simple hecho de ver a alguien echando una mano suele tener un efecto edificante, término con el que los psicólogos se refieren al efecto que provoca en nosotros la observación de un acto bondadoso.
Esa inspiración es, de hecho, el estado que dicen experimentar emocionados y aun conmocionados quienes presencian una acción amable, tolerante y compasiva.
Los actos habitualmente calificados como más edificantes consisten en ayudar a los pobres, a los enfermos y a quienes están atravesando una situación dificil.
Pero no es necesario que esas acciones sean tan exigentes como hacernos cargo de toda una familia ni tan desinteresadas como la madre Teresa, que se ocupó de los desheredados de Calcuta, porque la simple consideración puede resultar edificante.
En un determinado estudio realizado en Japón, por ejemplo, las personas calificaron como Kandou (es decir , situaciones que conmovieron su corazón), el simple hecho de ver a un joven ceder a un anciano su asiento del metro.
La investigación realizada al respecto sugiere que este tipo de situaciones pueden ser contagiosas. En este sentido, el simple hecho de presenciar un acto bondadoso moviliza el impulso de realizar otro.
Tal vez ésa sea una de la razones por las que los cuentos míticos de todo el mundo abundan en personajes cuyas valerosas acciones salvan la vida de otras personas. A fin de cuentas, la investigación psicológica realizada al respecto demuestra que un relato sobre la bondad provoca cuando se cuenta vívidamente el mismo impacto emocional que la observación del mismo acto.
PREGUNTA
¿Quién de tu alrededor puede en este momento estar necesitando de tu ayuda?
¿Que te gustaría que el hiciera en el caso de que tu estuvieses en su situación?
FRASES
TU VIDA ES LO QUE HAS DADO
EL DAR ES EL VERDADERO TENER
LA GENEROSIDAD CONSISTE EN DAR A TIEMPO MAS QUE EN DAR MUCHO
¿CUANDO SE VA A INCLUIR EN LOS COLEGIOS LA MATERIA "AMOR"?
SI NECESITAS UNA MANO, TENGO DOS.
Decía Aristóteles hace mucho tiempo en su obra.
"ETICA A NICOMACO" La solidaridad no es una virtud natural que nos es dada, sino que se adquiere con el hábito, el esfuerzo y la práctica. No la poseemos por naturaleza y la adquirimos ejercitándola, así como ocurre con otras artes. Se aprende el arte de construir, construyendo. Se aprende a tocar un instrumento, tocando. Al practicar la autodisciplina aprendemos a ser autodisciplinados, y al realizar actos de solidaridad, se aprende también a ser solidario.
La solidaridad es un acto de consciencia y voluntad.... y tambien de coraje.
Lo comparto con todos uds amigos míos
MONICA DIAZ MONTOYA
Gestora Cultural
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