Escrito Por: Gustavo Le Paige S.J
Aunque talvez algunos de nuestros lectores no compartan las ideas de esta observación previa, nos hemos, sin embargo, propuesto hacerla, pues ella da el verdadero sentido y enfoque de nuestras investigaciones arqueológicas.
La zona de San Pedro de Atacama nos ha revelado los vestigios de una cultura que por su pasado se une a los orígenes del hombre americano, y en su presente se confunde con sus descendientes que lucharon y luchan aun por sobrevivir en el desierto mas terrible de la tierra. El trabajo que presentamos describe las diferentes fases del hombre cordillerano, desde su remota llegada a los márgenes de una inmensa laguna primitiva, hasta la misma conquista española. No nos es posible, por desgracia, exponer ahora las causas, tan claras, sin embargo, de este desarrollo interrumpido.
El ajuar de innúmeras tumbas, el plano de los pueblos en ruinas, la geología de la zona en sus detalles, la antropología y, en especial, la craneología, nos han permitido corroborar nuestra tesis acerca de la continuidad de la cultura atacameña. Hay, con todo arqueólogos, afirman que de este modo nos salimos de nuestro propio campo de acción. Se equivocan. Un arqueólogo que sea únicamente tal, y no tome en cuenta otras relaciones, no lle ga a ninguna solución de fondo. Debe ser, en lo posible, un hombre completo. Un solo hombre, que sepamos, lo ha logrado en nuestros tiempos: el P. Pierre Teilhard de Chardin s.j.
El supo aunar sus profundos conocimientos paleontológicos y biológicos, con la penetración filosófica, teológica y aun mística. Así, su síntesis que escapa a los límites de un solo campo de estudio, ha pasado a ser una de las más perfectas de nuestra época.
De que sirve, en realidad, desenterrar los muertos si no es para contestar las dos únicas preguntas que realmente nos interesan: ¿de donde venimos? y ¿A dónde vamos?.
La zona atacameña es, quizá, la única en el mundo capaz de entregarnos un intento de respuesta, sin salir de ella misma. Jamás hemos presentado al hombre de Ghatchi con su proyectil point como una especie de generación espontánea, sino por el contrario, como una emanación del extremo oriental asiático; del mismo modo que afirmamos que el actual minero de la pampa no es otra cosa sino un pobre sucesor del indio que templaba su cobre. Es deber nuestro, captar todos estos elementos de la evolución humana. Pero hay dos maneras de hacerlo. La primera, descubriendo en todas las referencias a hábitats precerámicos y a cementerios del agro-alfarero, una mera enumeración de nombres, formas o tipos. La segunda, mucho más difícil, considerando todos esos elementos como partes integrantes de un todo, y como manifestación extraordinaria de la evolución humana integral. Al modo como lo presenta P. Pierre Teilhard de Chardin.
El estudio del atacameño, nos ofrece aún otra ventaja: la explicación detallada de esta evolución en un ambiente muy bien delimitado geográficamente, con los porqués de sus cambios inscritos en la geología regional, con la posibilidad de dirigirlos en el futuro, merced al conocimiento profundo del pasado.
La utilidad de este trabajo no consiste solamente en el número de referencias, puntos de comparación o en el aporte de una cronología interesante, sino en hacer comprender que nuestras ideas no se basan en excavaciones aisladas y esporádicas, sino en el hallazgo de un conjunto único en la historia de la arqueología: una continuidad ininterrumpida desde la aparición del cazador primitivo, portador de la cultura del guijarro, hasta el agricultor que reemplazará su acequia de 25km de longitud por pozos provistos de bombas a motor, para proseguir la lucha contra un desierto que se torna cada vez mas árido y seco.
Los funcionarios de nuestra vida moderna, burocrática y papelera, tratan hoy de erradicar a los últimos descendientes de los atacameños, para no darse el trabajo de ayudarles en su desarrollo agrícola, sanitario, escolar. Y prefieren ubicarlos en alguna de esas horrorosas “callampas” (bidon, villes, slums), donde se ofrece a cada uno la libertad de llegar a ser un ladrón, un descontento, un infeliz o un inmoral; seres que inculparan luego a las autoridades por su incapacidad al no haberlos elevado a un nivel de vida mejor.
Gustavo Le Paige S.J
Anales de la Universidad del Norte N°3
El Precerámico en la Cordillera Atacameña y los Cementerios del Periodo Agro-Alfarero de San Pedro de Atacama
Antofagasta 1964
Aunque talvez algunos de nuestros lectores no compartan las ideas de esta observación previa, nos hemos, sin embargo, propuesto hacerla, pues ella da el verdadero sentido y enfoque de nuestras investigaciones arqueológicas.
La zona de San Pedro de Atacama nos ha revelado los vestigios de una cultura que por su pasado se une a los orígenes del hombre americano, y en su presente se confunde con sus descendientes que lucharon y luchan aun por sobrevivir en el desierto mas terrible de la tierra. El trabajo que presentamos describe las diferentes fases del hombre cordillerano, desde su remota llegada a los márgenes de una inmensa laguna primitiva, hasta la misma conquista española. No nos es posible, por desgracia, exponer ahora las causas, tan claras, sin embargo, de este desarrollo interrumpido.
El ajuar de innúmeras tumbas, el plano de los pueblos en ruinas, la geología de la zona en sus detalles, la antropología y, en especial, la craneología, nos han permitido corroborar nuestra tesis acerca de la continuidad de la cultura atacameña. Hay, con todo arqueólogos, afirman que de este modo nos salimos de nuestro propio campo de acción. Se equivocan. Un arqueólogo que sea únicamente tal, y no tome en cuenta otras relaciones, no lle ga a ninguna solución de fondo. Debe ser, en lo posible, un hombre completo. Un solo hombre, que sepamos, lo ha logrado en nuestros tiempos: el P. Pierre Teilhard de Chardin s.j.
El supo aunar sus profundos conocimientos paleontológicos y biológicos, con la penetración filosófica, teológica y aun mística. Así, su síntesis que escapa a los límites de un solo campo de estudio, ha pasado a ser una de las más perfectas de nuestra época.
De que sirve, en realidad, desenterrar los muertos si no es para contestar las dos únicas preguntas que realmente nos interesan: ¿de donde venimos? y ¿A dónde vamos?.
La zona atacameña es, quizá, la única en el mundo capaz de entregarnos un intento de respuesta, sin salir de ella misma. Jamás hemos presentado al hombre de Ghatchi con su proyectil point como una especie de generación espontánea, sino por el contrario, como una emanación del extremo oriental asiático; del mismo modo que afirmamos que el actual minero de la pampa no es otra cosa sino un pobre sucesor del indio que templaba su cobre. Es deber nuestro, captar todos estos elementos de la evolución humana. Pero hay dos maneras de hacerlo. La primera, descubriendo en todas las referencias a hábitats precerámicos y a cementerios del agro-alfarero, una mera enumeración de nombres, formas o tipos. La segunda, mucho más difícil, considerando todos esos elementos como partes integrantes de un todo, y como manifestación extraordinaria de la evolución humana integral. Al modo como lo presenta P. Pierre Teilhard de Chardin.
El estudio del atacameño, nos ofrece aún otra ventaja: la explicación detallada de esta evolución en un ambiente muy bien delimitado geográficamente, con los porqués de sus cambios inscritos en la geología regional, con la posibilidad de dirigirlos en el futuro, merced al conocimiento profundo del pasado.
La utilidad de este trabajo no consiste solamente en el número de referencias, puntos de comparación o en el aporte de una cronología interesante, sino en hacer comprender que nuestras ideas no se basan en excavaciones aisladas y esporádicas, sino en el hallazgo de un conjunto único en la historia de la arqueología: una continuidad ininterrumpida desde la aparición del cazador primitivo, portador de la cultura del guijarro, hasta el agricultor que reemplazará su acequia de 25km de longitud por pozos provistos de bombas a motor, para proseguir la lucha contra un desierto que se torna cada vez mas árido y seco.
Los funcionarios de nuestra vida moderna, burocrática y papelera, tratan hoy de erradicar a los últimos descendientes de los atacameños, para no darse el trabajo de ayudarles en su desarrollo agrícola, sanitario, escolar. Y prefieren ubicarlos en alguna de esas horrorosas “callampas” (bidon, villes, slums), donde se ofrece a cada uno la libertad de llegar a ser un ladrón, un descontento, un infeliz o un inmoral; seres que inculparan luego a las autoridades por su incapacidad al no haberlos elevado a un nivel de vida mejor.
Gustavo Le Paige S.J
Anales de la Universidad del Norte N°3
El Precerámico en la Cordillera Atacameña y los Cementerios del Periodo Agro-Alfarero de San Pedro de Atacama
Antofagasta 1964
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