Escribe:
Cristian Alejandro Aedo Valdés
No saber, en estos tiempos es una premisa fundamental. La coraza que nos esforzamos por endurecer a lo largo de nuestra estadía en los lugares patentes que nos rodean hoy, es la misma que nos llevamos al espejo que nos asignan donde sea posible encontrarnos.
Mirada turbia que nos contenta cada vez más, soslayo que nos permite ignorar con sapiencia la cornamenta que no sentimos en nuestra frente.
La careta del otro que se mimetiza, sin desviarnos vamos inperplejos y traslúcidos en busca del no miedo, confiados en nuestros pies que nos llevan, inercia pospuesta por la gravedad de nuestras acciones. Las de los demás, la de este, la del otro, la del perro, la del gato. Toda acción conlleva reacción y aquello nos entrampa y nos fusila.
Es así como la penetración pospone su venir lentamente, corroe el alma que nos fulmina en el acezante ir al umbral inerme, sensación ruin de sentirnos vivos sin acariciar la frente del ser que se cruza en el camino, en cualesquiera de las situaciones en que nos comprometemos.
La forma particular de pensar asoma como la barrera que no sopesamos de verdad; asimilamos tal cosa como si fuera un ruido feroz, el de un motor que alguien activa, cordón umbílico que actúa de acuerdo al canon superior de gentes con cabeza y corazón cuadrado.
Saber que el saber es punto de inflexión entre la estratagema y lo que somos. Sabedores de lo bueno y malo, valores que reflejan un sol de día claro, turgente, aromático umbral que es.
No sé ...............................................................................
La verdad inconclusa es a la vez la constatación de nuestra burda consecuencia, la implantación de coordenadas por parte de nuestros antecedentes de cambio inerte y fugaz.
Desde los tiempos aquellos en que la fe era la persona adecuada para estar.
Desde aquella amenaza dinosauria en que la especie se involucró en el caos, necesitó que la temporalidad se invo- lucrara con la traslación que solo algunos creen tener.
Es así como la comodidad de la letanía a condicionado la mente de los esclavizadores, ellos(que son tantos como para identificar) golpean rotundamente a los verdaderos pechos que sienten como el tiempo pasa, piensan en ello y lo controlan.
No sé .........................
En ese tal vez; ese que una vez al día trepa por los brazos de un diablo y los retrae inconscientes en la rozagante estampa que contrae sus propios músculos, mutilándolos.
Recogiéndolos nuevamente, real sensación interrumpida desde el suelo gris minúsculo.
No volviendo a castrar el ánimo, no realzando los contactos inermes que siempre carcomen en un silencio alboreo, recriminantes y sucias trampas inconclusas especializadas solo en cercenar en un pequeño porcentaje la fría vía que nos limita la consistente conciencia.
Ella. La bruta cantinela; aquellas de nuestros cuerpos unidos a nuestras mentes.
Esa verborrea consumante que impide creativamente la creación de átomos.
En desuso quizá, en perfecto estado conservada; quizá.
Atamos la bruta verborrea a la consistente conciencia lanzándonos perplejos a la vía del miedo, no vacilamos en cortarnos el pie .Llendo así: vagos en clara veneración al sentido BRUTO-ESTÉTICO-ESTÁTICO.
Es él y los átomos que encerramos en la caja de acero de nuestro orgullo, los que limitan el sentido y lo carcomen.
!¡ anunciamos una llegada vana¡¡ e ilusas formas de llegar inventámonos. Sin pie, ni mano.
escribenos a yatirisanpedro@gmail.com
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